martes, 30 de diciembre de 2008

viernes, 19 de diciembre de 2008

Autorretratos






Mi voz es andaluza. Tengo las uñas de una niña de diez años y las manos de un hombre (que a veces sana y a veces duele). Una de mis piernas pertenece a mi infancia y a un pueblo violado por la salud de los extranjeros. La otra cede cada día más ante las peticiones de una ciudad que se mete en mi cama por las mañanas. Mi ombligo es materno, aunque envuelto en una lucha indefinida y eterna. Mi corazón es paterno porque sabe amar, a pesar de todo. Mi hemisferio izquierdo no admite cálculos y se pierde en callejones sin salida. Mi hemisferio derecho me ayuda a comprender todo el sufrimiento que su vecino contiene, y le fabrica soluciones. El dedo corazón habla de sostener bolígrafos y de otras aventuras que cuenta entre murmullos. Mi espalda transgrede cualquier radiografía, mi trasero agolpó cuatro años amasando dulces y mis pies, tan llanos como el suelo, me ayudan a guardar el equilibrio desmesuradamente (es por esto que ando sobre cuerdas). Tengo un lunar en la palma de la mano y tres pecas sobre la nariz. Mis brazos los entregué a cambio de unos besos que venían de paso en más de una ocasión. Me ha cortado el pelo una peluquera y siento que me he traicionado. Detrás de mis talones, hay un desierto (a veces puedo oír sus tormentas). Una talla impar envuelve mis pechos cada día más pálidos porque albergan todo lo que pude decir y no dije. Y ya no hay más y para qué.

miércoles, 17 de diciembre de 2008





-Cronopio, cronopio, cronopio.
Y el fama comprendía, y su soledad era menos amarga.
Julio Cortázar


Bebo de tu piel
el rastro de otra piel
que sabe a tierra húmeda
y reímos con mis muecas
al besarte las huellas
que han dejado por tu espalda
unas uñas más tersas que las mías.
Con un ímpetu de esclava
debajo de tu pecho
aparto la mirada de tus movimientos
y me alzo feliz en las alturas
para dedicarle los más frágiles versos
a tus labios infinitos.
Se tensan tus piernas
-muslos de piedra y de plata-
cuando vemos cómo nace de tu ombligo
un cactus que, iracundo e inflamado,
acaba con el pulso de mi cuello,
todo ciprés cayendo
sobre un infierno de mares.
Tu risa es una señal de socorro,
mis manos recogiendo
las hojas de mi sangre derramadas
y tu sudor entre las olas.
Y este llanto.

Hace días que sueño cosas tristes
y me despierta el sonido de las lágrimas.
Mediante un ejercicio
exhaustivo de memoria
recorro el llanto primero del alba,
las hojas rotas del sueño,
tu risa de amenaza,
el cuello hacia el abismo,
un cactus que brotaba de tu vientre,
tus piernas contraídas,
los versos más oscuros,
la altura y las cadenas,
las uñas visitadas,
la tierra humedecida
sugiriéndome un camino por tu cuerpo.
Y, entonces, bebo tu piel
en la memoria y comprendo,
y mi soledad es menos amarga,
hasta el café de las doce.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Laberinto


No está exenta de tópicos mi memoria: de este día recordaré las manos que iban y volvían del alcohol bajo la luz de ese gesto tan tuyo que es el dibujo de un guiño registrado en la voz de unas uñas escuetas y el peso de tu piel detrás de las bailables melodías que traerían el contacto de olores fortuitos entre unos besos que no fueron porque la espuma en la cerveza y aquella camiseta de algodón con que vestías hicieron de tu cuerpo un laberinto: como el cristal, su belleza se hallaba en la luz de los reflejos.

miércoles, 3 de diciembre de 2008


¿Realmente piensas que un pájaro encerrado en una mano vale más que cien pájaros volando?