domingo, 25 de enero de 2009

¿Qué harías tú?



Mi madre, para eludir la palabra “cáncer” dice “cosa mala”. Para decir “postguerra” dice infancia. Lo que cuenta del franquismo -siempre después de una pregunta- parece el discurso de alguien que nuna hubiera estado allí. Para ver las noticias dice “lejos”. Hace poco hablábamos. Si ahora mismo estallara una guerra, ¿tú qué harías? y no hubo una respuesta inmediata. Ayudar, supongo, dijo al fin. Ella sabía lo que iba a contestarle: yo lucharía. No digas eso, ordenó. Mamá, parece que no me conoces, ¿no sabes ya que lo digo porque pienso que no ocurrirá nunca? Mentira.
Lo digo porque pienso en la destrucción, en el homicidio, pienso en los gritos, en los ojos extraviados, en el olor a hierro, en la masacre. Lo digo porque sé que no podría soportar vivir con ese rastro de ausencias en mi espalda, con esa fatiga de no saber cuándo o cómo ocurrirá algún día, con ese peso en la nuca que obliga a las personas a mirarse los tobillos cuando andan. Sé que no sería capaz, sé que sentiría mi vida como una pérdida. El resto, como mi madre, lo supongo: supongo que no ser capaz me llevaría a huir, supongo que no poder huir me llevaría a luchar, supongo que luchar me llevaría a ser capaz. Sin embargo, me doy cuenta de que estoy “lejos”, tanto como ella, de que es sólo teoría lo que digo y sé, con seguridad, sé que hay guerras en otros lugares, gobiernos opresores, injusticia, hambre, miseria, desasosiego y muerte, y yo no estoy luchando.
Mi madre es amiga de los policías y sería capaz de perdonar en pro del silencio. Es cierto que para decir “cáncer” dice “cosa mala” y también es cierto que su infancia no tiene hambre ni polvo ni heridas, pero yo no soy más valiente que ella por formular una estúpida pregunta. ¿Qué haría si estallara una guerra? Al parecer escribir, hacer fotografías y estudiar literatura.

sábado, 24 de enero de 2009

Época de exámenes




Todo sería distinto después de todo.


Es curioso: en época de exámenes mi memoria no duerme y sueño con fechas históricas de primeras ediciones, con la novela social, con Juan de Mena y con Quevedo, cuando lo único que verdaderamente querría sería dejarme vivir contemplativa (y comenzar a olvidar).

martes, 20 de enero de 2009



Es bonita y además parece que quiere quedarse.

Yo no tengo más que un armario donde anidan libros y fotografías y ella un océano en el cristal de sus ojos -capturados, capturados- y una inabarcable ausencia de miopía.
Para qué engañarnos: nunca sé qué escribir cuando me besan.

Es preciosa y además que quiere quedarse ha dicho.





















Ayer parecía que una ciudad entera
se detuviera para posar.



domingo, 18 de enero de 2009

Reina

Si los poetas dicen que la noche es la reina de la noche

es porque no han visto tu cuerpo

como lo he visto yo.

miércoles, 14 de enero de 2009

Equilibrismo


I


En equilibrio:


el sexo más abierto


contrae tus muslos.




II


Digo tu nombre


y sonrío al oírlo


(tiene tu voz).




III


Ambigüedad:


la chica que te mira


cruza los labios.

martes, 13 de enero de 2009

A diario vienen a mí recuerdos de mi infancia. Su visita suele ser la respuesta a un olor reconocido, a una voz olvidada, a un paralelismo, cierto o quizás muy subjetivo, con la realidad presente. Hoy el recuerdo y, sobre todo, la conclusión a la que llegué tras su visita, me hizo sentir tristeza. Y miedo.

Tenía unos diez años, supongo. En mi habitación apenas había sitio para mi cama, una pequeña mesita y, encima del mueble de cajones blancos, un pequeño televisor. Lo encendí para oírlo mientras acababa mis trabajos acumulados de la escuela (hay cosas que no cambian). De repente, oí "tercera guerra mundial" y comencé a temblar. Poco sabía de las guerras -alguna vez le había dicho a mi hermana que la palabra "nuclear" me asustaba mucho- pero comencé a temblar y solté el lápiz. Bajé las escaleras y busqué a mi padre: "¿nos va a ocurrir algo malo?", le dije, señalando con la mirada a Boris Yeltsin en el televisor de la cocina. No sé qué ocurrió después. Seguramente me compraría chocolate y yo acabaría mis deberes con el televisor apagado.

Hoy estaba dibujando, doce años después, con el televisor encendido y sólo había bombas, heridos, quemaduras. Los he oído llorar, he oído las bombas caer, las he vito estallar, y no me he estremecido. En ningún momento me ha temblado el pulso. He recordado aquel día, cuando tuve diez años y tuve miedo, y he sentido pena por todos: por mí y esta insensibilidad desarrollada, por los que están como yo -nuestro nombre seguro que es legión- y por aquellos a los que no vamos a ayudar. Es cierto, hoy no he apagado el televisor: he venido a escribir pero ¿y qué más da? ¿Esto va a cambiar algo?

lunes, 5 de enero de 2009




a veces imagino que estás


asomada a una ventana


o quitándote el vestido sollozando


tirando la comida


andando sin tacones y perdida


o besando a otra


y a pesar de todo me da vida


porque sé que correría a buscarte


si pudiera dejar de imaginarlo