Ayer una niña preguntó en el tren a su madre qué eran los álamos. En medio de una larga, exacta y tediosa explicación la niña logró interrumpirla.
No, mamá, te equivocas: los álamos son palomas. Y vuelan así.
Yo, testigo privado y algo sobrecogida por la imitación de los álamos (¿o eran palomas?) que la niña llevó a cabo con el fin de reafirmar su teoría, aún me preguntaba dónde se halla el límite entre la tradición y la lógica cuando subía los últimos escalones que me llevaran a la calle.
2 comentarios:
Es la madre la que pone el límite.
(Quiero un mundo sin límites, lleno de palomas...)
Sobrecogedor al cuadrado.
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