miércoles, 30 de julio de 2008

jueves, 17 de julio de 2008

Sin título



Quién sabe si supieras
La Cumparsita


I

Querías que fuera el refugio de tus ojos oxidados
y elegiste en mi pecho envejecer.
De mí querías hacer la patria que perdiste.
En mis vestidos querías tejer
la fácil arquitectura de los sueños,
la bandera que cantabas.

Y, a veces, me querías
(yo en todos los mapas,
el rubor de tus párpados al caer en mis orillas,
La Pampa rodeándome el ombligo, todavía).


II

La tierra que escupía tu recuerdo
me hizo oler aquello que pisaste
y tuve retenido entre los dientes
el daño que un océano causaba.

III

Ahora que te has ido me pregunto
cómo debe ser buscar laburo, emborracharte,
mirarte en el espejo podrido de algún auto,
oír que si supieras que nunca te he olvidado,
besar alegres nucas con tildes en la risa,
desvestir ropas insulsas, sin himnos ni banderas,
olvidar de nuevo otro país, otras orillas,
creer en el espectro de una nueva vida,
volver a soñar , volver a huir, volver.
Bailar de puro distraído que te acordarás de mí.


lunes, 14 de julio de 2008

En el bar de la esquina




En el bar de la esquina

Una escalera de caracol no es el mejor lugar para que nuestros amigos se muestren hábiles. Primero ella, desprovista de respuestas, va inventándose razones a cada peldaño. Tres escalones por debajo él, segundo y seguidor, es, sin embargo, el más decidido (no le importan las razones ni las respuestas, no las necesita). El encuentro es siempre fugaz pues suelen disponer de cinco canciones. En alguna ocasión dejaron sonar diez o doce y eso les ha costado el infortunio de la fama (es por esto que ahora todas las miradas, felinas y dibujadas con descaro, apuntan a sus cuatro pies que avanzan). Deshojándose ya los botones, la cremallera chirría pero a ello no atienden los amantes. No hay más que dos cuerpos en dos metros cuadrados, cuatro brazos asfixiándose, veinte dedos señalando direcciones correctas, dobles sentidos, calles prohibidas y desoladas. Las paredes son de chapa y la puerta nunca logró su total hermetismo. Sujetan con todo su pesar el pomo quebrado, alternándose la guardia y los placeres. En ocasiones un descuido los hace públicos y tienen que saludar como quien despide una gran obra. Sonríen, entonces, extasiados de niñez y vuelven de nuevo a sujetar el lujo de su intimidad par.

A las cinco canciones se les puede ver bajar siguiendo siempre el mismo orden: él, primero y obediente, despeja el asalto de miradas, mordiéndose los labios de risa, apretando los puños para no abrazar a ellos, para no besar a ellas, para no explicar al público el retraso. Ella sale después, vencida de alcohol, los ojos opacos no miran más que al suelo. Consolada de sexo y de juegos desciende, agachada la cabeza, a infectarse de amor entre los desconocidos (cada vistazo una caricia, cada pupila un beso sucio de vino).

Después de unas horas de curvas separadas ella suele planear entre los bailes de otros para aterrizar en su oído y decirle: “voy a mostrarte nuevas direcciones”. Y así, tras el velo noctámbulo de los cuerpos rimados, de los rostros que se giran para ser sus testigos, vuelven a esconderse y a encontrarse.

viernes, 11 de julio de 2008

Notas para un poema


Notas para un poema


Mi sombra exprime pasos

los ojos te temblaban tras el escaparate


-el niño cae al suelo de rodillas,

la madre que se acerca y ya no llora-

y el vello que se eriza por este calor acre

la calle ardiente es un alud de arena

y arriba suena gris el campanario,

mi mano distraída va sumando

caricias a una estatua taciturna

el pecho al sol dorado sopla al vuelo

de plata (una paloma que se aleja).




La aguja escupe números impares.

Surgen las farolas. Carne helada,

azul gira la noche en su hermosura.

miércoles, 9 de julio de 2008

Autorretrato



Quiero decirlo ahora
porque si no después las cosas se complican.
Soy peor todavía de lo que muchos creen.
Me gusta justamente el plato que otro come
aburro una tras otra a mis camisas
me encantan los entierros y odio los recitales
duermo como una bestia
deseo que los muebles estén más de mil años en el mismo lugar
y aunque a escondidas uso tu cepillo de dientes
no quiero que te peines con mi peine.
Te explico estas cuestiones
porque si todo vuelve a comenzar
no me hagas mucho caso, acuérdate.

Si todo vuelve a comenzar
José Agustín Goytisolo

lunes, 7 de julio de 2008

Agua




Háblales de mí. Diles que he sido a veces una llamada de teléfono, una radio hecha pedazos que escupía una canción, heridas en los pies; diles que he sido un pañuelo que agolpaba la sangre en tus ojos, una piedra a cada paso, una sombra tras tu sombra y sobre tu cabello. Recuerda que debes decirles que pude ser como una abeja, que alguna noche encontraste en mis talones el sabor del acero. Coméntales aquello que mi madre decía: “eres como un niño, como un niño sucio”. Diles que fui tuerca, que fui alfombra, folio, uña, que fui el clak clak clak de un teclado a la hora de la siesta. Diles que he sido bisagra, aceite, sol y también que he sido media cama libre o una noche de sábanas de hotel. Diles que pude ser algunas veces algo bolígrafo, un poco tacón, que no tengo remedio. Que fui vela y orina, oficina, guitarra. Diles, diles, diles.


Pero no olvides decirles que conmigo fuiste agua. Siempre agua.

viernes, 4 de julio de 2008







Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Palabras para Julia, J. A. Goytisolo

martes, 1 de julio de 2008

sin título


..hoy día luna..
Manu Chao

tu mano la mesa una silla
silencio acordado
la risa tu mano la noche
reflejo del mar
ventanas tu mano la cena
tu mano vecinos el suelo
desorden callados el humo
cansado de ir de tu boca a mis ojos
la edad y sus días tu mano la luz
su ausencia amarilla sudor
tu mano los años setenta
escalera al cielo
escalera al cielo
escalera al cielo
tu boca rubia
la piel constelaciones
pupilas dilatan tu mano las sombras
tirados aquí no hay más que calor

las acciones
no significan nada
se precipitan

los tópicos besos que hoy no te he dado
y el humo cansado
caen las caricias las sombras la risa
la noche y sus olas
se derraman la cena la silla
los años setenta se oye
el gemido de una escalera
que cae desde el cielo

caen las acciones
tu mano
tu mano cae