De cronopio a cronopio
(o qué puede ocurrir cuando dos entes húmedos y verdes se comunican en la distancia)
- ¿Te cuento un secreto?
- Por favor.
- ¿O prefieres varios?
- Varios.
- Está bien. Las lágrimas me dan asco, más asco que cualquier otra cosa; el sudor me encanta; me gusta quemarme el paladar con la sopa y el café; detesto la sobremesa y el olor a aliento; si tuviera que elegir algún poder, elegiría el de ser invisible: me gusta mirar; no me gusta que la gente se acerque a mí cuando habla y no tengo nombre (huyo de él).
- ¿Todo eso es verdad?
- Sí.
- ¿No tienes nombre?
- No. Para dirigirte a mí tienes que tocarme.
- ¿Quieres que me dirija a ti?
- Así es.
- Pues ven a buscarme.
- ¿Dónde estás?
- En la tercera estrella después de la luna, a la derecha según vienes de la tierra.
- Tardaré unos treinta millones de años (estoy en un agujero negro). ¿Me esperas?
- Siempre.
- Comienzo, entonces, mi viaje. Pero antes, quiero proponerte algo.
- ¿De qué se trata?
- Es una idea mía, genuina, y pensada para ti.
- Dime.
- Teniendo en cuenta lo imposible del atractivo de tus bíceps y el imán tortuoso de tus ojos, he concluido que serán muchas las aventureras y usurpadoras que intenten ofrecerte un amor teñido de rubio platino (o lleno de rizos y baños). Te propongo, como distracción, que vayas hilando una tela. Cada vez que alguna de estas jóvenes, irrespetuosas mujercitas llame a tu puerta con promesas de azúcares y multiorgasmos, tú le dirás: "cuando acabe de hilar esta tela". ¿Qué te parece?
- ¿Tendré que pasar treinta millones de años tejiendo?
- Si aceptas, así deberá ser. Pero cuando te encuentre, seré yo quien haga las más infinitas y perfeccionadas trenzas con tu cuerpo.
- Me parece una idea maravillosa.
- Cuando estemos juntos nos envolveremos en nuestra tela, treinta millones de años más cierta que cualquiera de aquellas vanas promesas.
- ¿De qué material la quieres?
- Sabía que te gustaría mi idea. Déjame que piense...quiero que tenga un pétalo de azahar, tres gramos de sonido de chicharra a mediodía, medio punto de sabor de axila.. A ver, qué más... Quiero algo de esa luz parpadeante que marea en las discotecas de saturno y mil setecientos litros de ceniza de orión. Diez relámpagos del día en que nací y un rincón húmedo de agua de marte. De agua de marte con tequila.
- Está bien, pero tiene que ir entreverada con hoja de alcachofa.
- Acepto.
- ¡Cuánta alegría! Empezaré ahora mismo a tejerla. Aunque antes tendré que ir al huerto de venus, por lo de las alcachofas.
- Ve. Nos vemos dentro de treinta millones de años.
- Aquí estaré.