Mi voz es andaluza. Tengo las uñas de una niña de diez años y las manos de un hombre (que a veces sana y a veces duele). Una de mis piernas pertenece a mi infancia y a un pueblo violado por la salud de los extranjeros. La otra cede cada día más ante las peticiones de una ciudad que se mete en mi cama por las mañanas. Mi ombligo es materno, aunque envuelto en una lucha indefinida y eterna. Mi corazón es paterno porque sabe amar, a pesar de todo. Mi hemisferio izquierdo no admite cálculos y se pierde en callejones sin salida. Mi hemisferio derecho me ayuda a comprender todo el sufrimiento que su vecino contiene, y le fabrica soluciones. El dedo corazón habla de sostener bolígrafos y de otras aventuras que cuenta entre murmullos. Mi espalda transgrede cualquier radiografía, mi trasero agolpó cuatro años amasando dulces y mis pies, tan llanos como el suelo, me ayudan a guardar el equilibrio desmesuradamente (es por esto que ando sobre cuerdas). Tengo un lunar en la palma de la mano y tres pecas sobre la nariz. Mis brazos los entregué a cambio de unos besos que venían de paso en más de una ocasión. Me ha cortado el pelo una peluquera y siento que me he traicionado. Detrás de mis talones, hay un desierto (a veces puedo oír sus tormentas). Una talla impar envuelve mis pechos cada día más pálidos porque albergan todo lo que pude decir y no dije. Y ya no hay más y para qué.
viernes, 19 de diciembre de 2008
Autorretratos
Mi voz es andaluza. Tengo las uñas de una niña de diez años y las manos de un hombre (que a veces sana y a veces duele). Una de mis piernas pertenece a mi infancia y a un pueblo violado por la salud de los extranjeros. La otra cede cada día más ante las peticiones de una ciudad que se mete en mi cama por las mañanas. Mi ombligo es materno, aunque envuelto en una lucha indefinida y eterna. Mi corazón es paterno porque sabe amar, a pesar de todo. Mi hemisferio izquierdo no admite cálculos y se pierde en callejones sin salida. Mi hemisferio derecho me ayuda a comprender todo el sufrimiento que su vecino contiene, y le fabrica soluciones. El dedo corazón habla de sostener bolígrafos y de otras aventuras que cuenta entre murmullos. Mi espalda transgrede cualquier radiografía, mi trasero agolpó cuatro años amasando dulces y mis pies, tan llanos como el suelo, me ayudan a guardar el equilibrio desmesuradamente (es por esto que ando sobre cuerdas). Tengo un lunar en la palma de la mano y tres pecas sobre la nariz. Mis brazos los entregué a cambio de unos besos que venían de paso en más de una ocasión. Me ha cortado el pelo una peluquera y siento que me he traicionado. Detrás de mis talones, hay un desierto (a veces puedo oír sus tormentas). Una talla impar envuelve mis pechos cada día más pálidos porque albergan todo lo que pude decir y no dije. Y ya no hay más y para qué.
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6 comentarios:
Einnoriiiiveeeerguaaaaaailenouuu
Eso hay que repetirlo! Un besazo guapa!
EStimadísima señorita Farrah:
I- en la entrada correspondiente a Homenaje de mi blog,en el apartado de comentarios,me he permitido hacer un retrato bastante aproximado de usted.
II- Ahora, tras la lectura de este poema,creo que me he equivocado.
III- Es más preciso de lo que al principio supuse.
Un beso casto del porquero.
Las peluqueras siempre traicionan.
Yo no puedo sufrir la traición de unas tijeras.
estupendo descubrimiento tu blog, espero volver por aqui.
saludicos
Precioso... cronopita
sólo me caen bien los traseros que alguna vez han amasado dulces
este texto se merece mucho, destella
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