En el bar de la esquina
Una escalera de caracol no es el mejor lugar para que nuestros amigos se muestren hábiles. Primero ella, desprovista de respuestas, va inventándose razones a cada peldaño. Tres escalones por debajo él, segundo y seguidor, es, sin embargo, el más decidido (no le importan las razones ni las respuestas, no las necesita). El encuentro es siempre fugaz pues suelen disponer de cinco canciones. En alguna ocasión dejaron sonar diez o doce y eso les ha costado el infortunio de la fama (es por esto que ahora todas las miradas, felinas y dibujadas con descaro, apuntan a sus cuatro pies que avanzan). Deshojándose ya los botones, la cremallera chirría pero a ello no atienden los amantes. No hay más que dos cuerpos en dos metros cuadrados, cuatro brazos asfixiándose, veinte dedos señalando direcciones correctas, dobles sentidos, calles prohibidas y desoladas. Las paredes son de chapa y la puerta nunca logró su total hermetismo. Sujetan con todo su pesar el pomo quebrado, alternándose la guardia y los placeres. En ocasiones un descuido los hace públicos y tienen que saludar como quien despide una gran obra. Sonríen, entonces, extasiados de niñez y vuelven de nuevo a sujetar el lujo de su intimidad par.
A las cinco canciones se les puede ver bajar siguiendo siempre el mismo orden: él, primero y obediente, despeja el asalto de miradas, mordiéndose los labios de risa, apretando los puños para no abrazar a ellos, para no besar a ellas, para no explicar al público el retraso. Ella sale después, vencida de alcohol, los ojos opacos no miran más que al suelo. Consolada de sexo y de juegos desciende, agachada la cabeza, a infectarse de amor entre los desconocidos (cada vistazo una caricia, cada pupila un beso sucio de vino).
Después de unas horas de curvas separadas ella suele planear entre los bailes de otros para aterrizar en su oído y decirle: “voy a mostrarte nuevas direcciones”. Y así, tras el velo noctámbulo de los cuerpos rimados, de los rostros que se giran para ser sus testigos, vuelven a esconderse y a encontrarse.
2 comentarios:
Y después dices de mi. No hay derecho. Necesito clases tuyas pero ya.
Un lujo de prosa.
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