martes, 22 de abril de 2008

París


París está más relajada desde que te fuiste. Parece mentira que un hasta nunca, querido, nunca me tuviste, pueda haber trastocado de este modo las esquinas, pueda haberlas suavizado, pueda haber cicatrizado el sol de este agosto que se clavaba en la sienes, ¿recuerdas?, pueda haber llorado con todas las señoras que gritaban en la noche maldiciendo una y otra vez a los transeúntes con la boca espumosa de pasado. París ahora es una ciudad con paredes que detallan lo más íntimo de su piel y hasta sus venas se han colmado de insospechados aromas para el asombro y disfrute de los que la acuchillan. Los pasos donde alguna vez tus pies caminaron descalzos ofrecen hoy al buen visitante un mosaico infinito de piedras relucientes que se abren a los ojos maravillados de una polaroid como espléndidas bailarinas levantando su cancán y todo así es tan correcto. Se sopla las cenizas esta ciudad que es mi última amiga y desde que te fuiste no hay un solo minuto en que me deje pensar en ti porque siempre me está mostrando cuánto hay que conseguir para que uno se sienta en paz y cuánto hasta que la gorda fortuna, el bienestar, la paz, la paz, la paz, vengan tal que así, en ese orden, a acostarme en mi cama y ver cómo las froto con mis manos intentando no dejar escapar de sus cuerpo ni siquiera una única, insignificante y minúscula gota de sudor, por si acaso. París está más relajada desde que te fuiste y aún hoy, que me tropiezo una y otra vez con caderas insatisfechas que se atascan en el estómago y me borran de un encuentro tu recuerdo, aún ahora que me cuesta vislumbrarte entre los labios de estas señoritas embriagadas de sí mismas, de su olor, de su vello, incluso cuando de un gemido cae muerta aquella que fuera tu voz, continúa pareciéndome increíble que un simple hasta nunca, querido, nunca me quisiste, mereciste, me tuviste, nunca fui tuya, nunca estuve aquí, nunca me follaste, mi vida, nunca, nunca dije tu nombre, ya ves, hasta nunca porque nunca, querido, nunca vine a París, aún me parece increíble que puedan las esquinas de mis sueños (¡París, París era mi sueño!) haberse enfurecido contra mí y puedan ir hincándose en las costillas de alguien que dejó de ver las horas dulces del sol de cualquier mundo, de alguien que dejó de oír a estas viejas agoreras cuando supo que decían la verdad: “Paris etait ton rêve, idiot, non le rêve d’elle”.

1 comentario:

nameless dijo...

Anda, creo que he hecho un buen descubrimiento :)

"Paris est mort et vieux"