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Después de tantas despedidas
y desde este frío que me tirita dentro
te lo digo.
Sobre tus ojos
que hace meses que no veo
y hace meses que no brillan
te lo digo.
Con la fuerza de afirmar
que no poder más
no es una frase hecha
y es mi firma.
Te lo digo y sé
que sólo las palabras cesarán
-y no el perfume, y no la imagen
ni la voz en el recuerdo-.
Puedo decirlo porque creo
-y estoy equivocada-
que el dolor me da derecho
y lo digo:
el epicentro de mi alma
está en el mundo
(y eres tú).
II
Más tarde, en este bar
o en cualquier otro
que alguien lo relate:
leyó un poema y decía que te quería,
leyó un poema y parecía que llorara,
leyó un poema y prometió
que era el último homenaje a su tristeza.
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